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La salud pública está basada en  valores  y en el ápice de ellos se encuentra la consideración de la vida y la salud como bienes supremos del ser humano dotado de derechos y responsabilidades, entre ellos, el derecho a la protección de sus bienes supremos y la responsabilidad de cuidarlos, agregándose por supuesto a esos valores la solidaridad, la utilización eficiente de los recursos disponibles, la participación y la equidad en el acceso a los bienes y servicios que producen salud.
   Corresponde al estado como ya dijimos, en su calidad de principal expresión institucional de la salud pública, liderar la realización de todo lo antes expuesto.
    La práctica eficaz de la salud pública requiere también de recursos que en gran medida son asignados por decisiones políticas.
   La salud pública tiene su realización plena cuando sus propósitos y prácticas son aceptadas por la sociedad e incorporados a las prácticas sociales a través del desarrollo y fortalecimiento de una cultura de vida y salud pública, de la construcción de entornos saludables y control de riesgos y daños a la salud colectiva, de la construcción de ciudadanía y de capacidad de participación y a la atención a las necesidades y demandas por servicios de salud.